Suele resultarme complicado hablar de las aventuras y desventuras de mi vida sin hacer alguna referencia a mi pueblo. Por haches o por bes siempre lo acabo mencionando; es en donde vivo, en donde nací y adonde he vuelto tras algunas estancias en otros sitios. Lástima que actualmente se parezca más a un Puerto Banús de bajo copete, que a mi querida aldea. Para que os hagáis una idea, mi pueblo está situado en una zona de costa, de modo que los padres, abuelos, tíos, maridos e hijos de todo el mundo eran marineros; de esos que se iban un día por la puerta yLEER MÁS

Desde que vivimos con un móvil mejor integrado en nuestro organismo que la vesícula biliar, ha surgido la adicción a fotografiarlo todo. Cualquier cosa es susceptible de ser inmortalizada. Desde una misma en todas sus versiones (de boda, recién levantada, durante un posoperatorio, cocinando, haciendo abdominales, aprendiendo a bailar tango y tres millones más de cosas), hasta un zapato desparejado en medio de la acera o el peluquín mal ajustado de un señor en un día de viento. Hace unos años, las fotos consideradas curiosas eran imágenes poco comunes que te llenaban de orgullo cada vez que las sacabas a relucir, véase el salto deLEER MÁS

Hay amigas que te llaman para tomar algo, dar un paseo o quedar en un banco comiendo pipas. Sin embargo, mi amiga Marta siempre ha sido muy original, y por eso me llamó para que la acompañase a un sex shop con la intención de [OJO AQUÍ] comprarle algo a su madre. Vamos, lo normal; porque, ¿quién no le ha comprado a su señora madre un vibrador? Naturalmente le dije que sí, aunque sabe de sobra que no floto en conocimientos sobre mercadería de este campo. Claro que ella tampoco. Por tal motivo estábamos de acuerdo en que a esos sitios hay que llegar pisandoLEER MÁS

Cuando hago memoria de los días pandémicos me pongo en lo mismo que todo el mundo: incertidumbre, aburrimiento y escasas y escuetas posibilidades de farra; asunto, este último, que en mí no causaba un gran pesar. Sin embargo, tal y como se está desarrollando este verano todo lo relacionado con la jarana, me da la sensación de que estos dos últimos años he vivido en una dimensión paralela. ¿Por qué? Porque no tengo la sensación de haber permanecido encerrada en una cárcel iraní, con todos mis respetos a los iraníes. Como os contaba, yo también sufrí la duda y el hastío, pero salvo los primerosLEER MÁS

Después de una vida con solo dos canales de televisión, a finales de los 80 empezaron a emitirse las autonómicas y las privadas, con sus Mama Chicho, su Laura Palmer y las ovejitas de Carmen Sevilla. El país entero reaccionaba en forma de audiencias millonarias y los señores mandamases se movían entre la sorpresa y la admiración hacia un pueblo que aplaudía (exceptuando alguna cosilla) su ordinaria programación. Contar con cinco canales en aquella época era lo equivalente a la modernidad más absoluta. Te hacía sentir supercosmopolita, sobre todo si en tu casa se recibía la señal. En mi clase había compañeros que no podíanLEER MÁS

 Me pregunto constantemente qué narices hago con un blog ahora que ya no se llevan. No están de moda porque todo se ha reducido al ya, al aquí y a un menor esfuerzo por parte del receptor. Los vídeos de Youtube pasan a ser montajes de sesenta segundos en forma de nueva red social llamada Tik Tok; los programas de radio se hacen a la carta para escucharlos cuando quieras a modo de podcasts y las columnas de opinión se han cambiado por los tweets. Pues ante un panorama así, hace cuatro años comencé este blog sin importarme un pepino cómo estaba el mercado lector.LEER MÁS

  Existen personas de corazón profundo y bueno que juran no odiar a nadie ni a nada. No es mi caso. Yo paso por épocas en las que todo me molesta. Me molesta no saber si la ropa está todavía húmeda o solo fría, que el jamón york me lo corten grueso cuando digo fino y me molestan las pelotillas de un jersey que no tiene más de dos semanas. Pero sobre todo ME MOLESTA LA PRIMAVERA. Procuro no pronunciar estas palabras ni en alto ni en público porque yo a la vida la quiero, y no me apetece que me sometan al ostracismo másLEER MÁS

  No estando el periodismo en uno de sus mejores momentos, telediarios como los de las siete de la mañana poco ayudan a levantar el actual desprestigio de esta bonita profesión. Romántica como pocas, se la han ido merendando hasta convertirla en una miscelánea de titulares apocalípticos, contenidos estúpidos y datos más que manipulados. Es por eso que yo, Mala de los Nervios, me comprometo aquí y ahora a desvelar los misterios que rodean a ese horror televisivo en forma de informativo matinal. En principio, no existe nada en estos programas que llame la atención a un ojo medio, pero para eso tengo yo estosLEER MÁS

Ya que han opinado sobre el asunto desde filósofos hasta peluqueros, desde intérpretes de gestualidad facial hasta carpinteros, ginecólogas, fruteros y conductores de autobús; he pensado que por qué no yo. ¿Por qué no regalaros mi opinión sobre el tema estrella de este inicio de primavera? Sí, es ese tema. Lo del bofetón de Will Smith en la gala de los Óscar. En el fondo, una lástima. Con lo que me gusta el cine y menuda cuesta abajo sin límites que están tomando esos premios; cada vez más facilones, más convencionales y más cutres. Y esto último sí que me extraña, porque puedes culpar deLEER MÁS

  Por mucho que hoy en día los pueblos no sean tan pueblos y que todos estemos entrenados en la modernidad y en lo global; no hay nada como irte a una gran ciudad para que emerja tu parte aldeana. Una parte de la que no te avergüenzas porque te da como ternurilla. Le tienes cariño, te recuerda a tu infancia y a la primera vez que tus padres te llevaron a montar las escaleras mecánicas de El Corte Inglés. Si es que merece mucho la pena ser una pueblerina. Los que nacen en plena urbe se pierden estas experiencias. No era la primera vezLEER MÁS